Lectura, escritura y Jesús
¿Moisés con cuernos? Así lo describe la obra maestra de escultura de Miguel Ángel hecha en 1515. Dos cuernos le salen entre el cabello arriba de la frente.
Dios jamás nos pasa por alto
«A veces me siento tan… invisible». La palabra flotó en el aire mientras Joanna hablaba con su amiga. Su esposo los había dejado a ella y a sus hijos pequeños por otra mujer. «Le di mis mejores años —confesó—, y ahora no sé si alguien me vería realmente y se ocuparía de conocerme».
Un nuevo comienzo con Dios
«¿Tu pecado también puso a Jesús en la cruz?». Esto parece estar preguntando el pintor alemán Rembrandt en su obra maestra de 1633, La elevación de la cruz. Jesús aparece en el centro de la pintura mientras su cruz es levantada. Cuatro hombres la levantan, pero uno sobresale en la luz que rodea a Jesús. Su ropa es diferente: al estilo de la época de Rembrandt y con un sombrero que el pintor solía usar. Al mirar más de cerca el rostro, se ve que se incluyó en la pintura, como diciendo: «Mis pecados tuvieron parte en la muerte de Jesús».
Personas que animan
«Puro ánimo». Esto dijo J. R. R. Tolkien para describir el apoyo que su amigo y colega C. L. Lewis le brindó mientras él escribía la épica trilogía El señor de los anillos. El trabajo de Tolkien había sido meticuloso y exigente, y había escrito a máquina más de dos veces los extensos manuscritos. Cuando se los envió a Lewis, este respondió: «Todos los largos años que invertiste en esto valieron la pena».
Bondad sin medida
Dos amigos estaban comprando una computadora en una tienda, cuando se encontraron con el gran basquetbolista Shaquille O’Neal. Como sabían que acababa de perder a su hermana y a un excompañero de equipo, le ofrecieron sus condolencias. Cuando siguieron con su compra, Shaq se les acercó y les dijo que eligieran la mejor computadora que encontraran. Luego, se las compró, solo porque ellos vieron que estaba atravesando un momento difícil, y su amabilidad lo había conmovido.
Amor sin límites
«¡Dios ha sido tan bueno con nosotros! Quiero agradecerle por nuestro aniversario». La voz de Terry era firme, y sus lágrimas mostraban su sinceridad. En nuestro grupo pequeño, todos estábamos profundamente conmovidos. Sabíamos lo que Terry y su esposo habían atravesado. Aunque era creyente, Robert sufrió la aparición repentina de una grave enfermedad mental y le había quitado la vida a su hija de cuatro años. Estuvo internado durante décadas, pero Terry lo visitaba, y Dios hizo una maravillosa obra de sanidad, ayudándola a perdonar. A pesar de la profunda angustia, el amor entre ellos creció.
Cuando creer es ver
«No puedo creer lo que veo». Mi esposa, Cari, me llamó y me mostró por la ventana una cierva en el bosque, justo fuera de nuestra cerca, que saltaba de un extremo a otros de nuestro patio. Lo mismo hacían nuestros perros grandes dentro del patio, pero sin ladrar. Corrieron de un lado a otro durante casi una hora. Cuando la cierva se detenía y los miraba, los perros también lo hacían, y se preparaban para volver a correr. No era un comportamiento de depredador y presa; ¡la cierva y los perros jugaban y disfrutaban juntos!
Convencido y liberado
«¡Yo no fui!». Era mentira, y casi me salgo con la mía, hasta que Dios me detuvo. En la escuela secundaria, formé parte de un grupo que disparaba pelotitas de papel detrás de la banda durante un acto. El director era un exmarino, famoso por la disciplina, y le tenía mucho miedo. Por eso, cuando mis compañeros me implicaron, le mentí. Y después le mentí a mi papá también.
Dedicados a la oración
«He estado orando por ti durante cincuenta años», dijo la anciana. Mi amigo Lou la miró con profunda gratitud. Estaba visitando la aldea búlgara donde creció su padre y que dejó cuando era adolescente. La mujer, creyente en Jesús, vivía al lado de sus abuelos y había empezado a orar por él cuando se enteró de su nacimiento. Ahora, más de medio siglo después, Lou visitó la aldea y, mientras estaba allí, le habló de su fe a un grupo de personas. Cuando esta mujer se acercó a él después de que hablara, se preguntó cómo habrían impactado sus oraciones para que él conociera a Cristo.
Dar y compartir generosamente
Cuando mi esposa Cari y yo terminamos la universidad, debíamos varios miles de dólares que teníamos que consolidar con un porcentaje de interés más bajo. Solicitamos un préstamo en el banco local, pero lo rechazaron porque no habíamos vivido ni trabajado en la ciudad mucho tiempo. Días después, le conté lo que había pasado a mi amigo Ming, que era anciano de nuestra iglesia. «Me gustaría mencionarle esto a mi esposa», dijo mientras salía.