Momentos oscuros, oraciones intensas
«Tuve un momento oscuro». Estas cuatro palabras reflejan la agonía interna de una célebre artista durante la pandemia de COVID-19. Adaptarse a la nueva normalidad fue un gran desafío. En su confusión, reconoció que había luchado con la idea de suicidarse. Salir de su espiral descendente incluyó contarle de su lucha a una amiga que se interesaba por ella.
Confortado en la casa de Simón
Mi viaje a la casa de Simón fue inolvidable. Bajo un cielo estrellado en Nyahururu, Kenia, fuimos a cenar a su modesto hogar. El piso de tierra y la luz de lámparas reflejaban los recursos limitados de Simón. Cuál fue el menú no lo recuerdo. Lo que no puedo olvidar fue la alegría de él de que fuéramos sus invitados. Su bondadosa hospitalidad era como la de Jesús: generosa, conmovedora y refrescante.
Sentirse polvoriento
Cuando Guillermo mencionó en nuestra reunión semanal de ministerio que «se sentía polvoriento», percibí que se refería a los desafíos físicos relacionados con la edad y la mala salud. Para él y su esposa, 2020 incluyó visitas a médicos, cirugías y adaptación de su casa para internación domiciliaria. Estaban del otro lado del clímax de la vida y lo sentían.
Manos seguras
Como al desenredar una soga, los hilos de la vida de Doug Merkey se cortaban uno tras otro. «Mi madre había perdido su batalla contra el cáncer; un largo noviazgo estaba fracasando; mis finanzas disminuían; mi vocación era incierta […]. La oscuridad emocional y espiritual alrededor y dentro de mí era profunda, debilitante y aparentemente impenetrable», escribió el pastor y escultor. Esta combinación de eventos, sumada a vivir en un ático estrecho, se convirtió en el escenario de donde surgió su escultura The Hiding Place [El refugio]. Muestra las manos fuertes y con cicatrices de Cristo, juntas y abiertas en forma de copa, como un lugar seguro.
Resolución oportuna
El dolor sin resolver había persistido entre Simón y Gerardo durante años, y los intentos de Simón de restaurar la relación habían encontrado resistencia. Después de enterarse de la muerte de la madre de Gerardo, Simón asistió al funeral. Más tarde, reflexionó sobre su encuentro: «No tenía ninguna expectativa sobre cómo saldrían las cosas, [pero] después del funeral, tuvimos una conversación provechosa. Nos abrazamos, oramos juntos y planeamos volver a encontrarnos». Si tan solo Simón y Gerardo hubieran podido reconciliarse antes, se habrían evitado mucho dolor.
Una fe valiente
Después de que su avión fuera bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial, Prem Pradhan se lesionó al descender en un paracaídas. Como resultado, caminó rengo toda su vida. Una vez, señaló: «Soy rengo. ¿No es extraño que Dios me haya llamado a predicar el evangelio en la cordillera del Himalaya?». Y en Nepal predicó… pero no sin oposición, lo cual incluyó encarcelamientos en «calabozos de la muerte», bajo condiciones extremas. De quince años, pasó diez en catorce prisiones diferentes. Sin embargo, su valiente testimonio dio como fruto vidas cambiadas para Cristo, incluidos guardias y prisioneros que llevaron el mensaje de Jesús a sus pueblos.
La marca de Jesús
«Hijo, no tengo mucho para darte, pero sí tengo un buen nombre, así que no lo arruines». Estas sabias y poderosas palabras se las dijo Johnnie Bettis a su hijo Jerome cuando este dejó su casa para ir a la universidad. Jerome citó a su padre en el discurso de aceptación al Salón de la fama del fútbol americano profesional. Tal fue la influencia de esas sabias palabras que concluyó su cautivante alocución con una frase similar para su hijo: «Hijo, no hay mucho que pueda darte que sea más importante que nuestro buen nombre».
Estudiar las Escrituras
En su obra El conocimiento del Dios Santo, J. I Packer hablaba de cuatro creyentes famosos a quienes llamaba «castores de la Biblia». No todos eran eruditos entrenados, pero sí se esforzaban por conocer a Dios, desmenuzando la Escritura, así como un castor roe un árbol. Señaló que conocer a Dios mediante el estudio bíblico no es solo para eruditos: «Un simple lector de la Biblia y oyente de sermones, lleno del Espíritu Santo, desarrollará una relación más profunda con su Dios y Salvador que un erudito más instruido que está contento con ser teológicamente correcto».
Manos vacías
Roberto se sintió avergonzado cuando llegó a una reunión con desayuno y se dio cuenta de que se había olvidado la billetera. Le molestó tanto que consideró si debía comer algo o simplemente pedir algo para beber. Después de que su amigo lo convenció, pudo relajarse. Ambos disfrutaron de los bocadillos, y su amigo pagó con gusto la cuenta.
Cuando no entendemos
«No entiendo su plan. Le entregué toda mi vida a Dios. ¡Y me pasa esto!». Este fue el mensaje de un hijo a su madre cuando su sueño de triunfar como deportista profesional quedó temporalmente descarrilado. ¿Quién no ha tenido alguna clase de decepción inesperada que hace que nuestra mente se dispare a toda velocidad con exclamaciones y preguntas?