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Articles by Anne Cetas

Sin respuesta

Una de mis luchas más grandes es orar y no ver la respuesta. Quizá te identifiques conmigo. Le pides a Dios que rescate a un amigo de una adicción, que le conceda la salvación a un ser amado, que sane a un niño enfermo, que restablezca una relación rota. Uno piensa que todas estas cosas deben ser la voluntad de Dios. Oras durante años… pero no oyes que el Señor te responda ni tampoco ves resultados.

Equivocación

Cuatro personas (un piloto, un profesor, un pastor y un alpinista) volaban en un pequeño avión cuando los motores se detuvieron. El piloto dijo: «Hay solo tres paracaídas. Como este avión es mío, yo voy a usar uno». Se lo puso y saltó. El profesor dijo: «Soy brillante y el mundo me necesita, así que, yo tomo otro paracaídas»; y saltó.

Fuera de mis planes

No esperaba que mi vida fuera así. Quería casarme a los 19 años, tener media docena de hijos y dedicar la vida a ser esposa y madre. Sin embargo, en lugar de eso, salí a trabajar, me casé con más de 40 años y nunca tuve hijos. Durante muchos años, tenía la esperanza de que el Salmo 37:4 fuera para mí una promesa de Dios garantizada: «… él te concederá las peticiones de tu corazón».

Disculparse

Marcos cometió un error. Llegó una hora tarde a un restaurante donde tenía que encontrarse con un amigo de la iglesia. El amigo ya se había ido. Como se sentía mal por el error, compró un cupón de regalo para comer en ese lugar y se detuvo en una librería para buscar una tarjeta que dijera que lamentaba lo sucedido. Entre cientos de tarjetas, se sorprendió al encontrar en un recóndito rincón de la tienda solo unas pocas que decían: «Lamento lo que hice». Compró una y se la dio a su amigo, el cual aceptó la disculpa.

Consejo sobre inversión

«Quiero ayudarlos a invertir sabiamente en su futuro». Esto fue lo que dijo el consultor financiero cuando empezó a hablar sobre invertir fondos en planes de jubilación privados o estatales. Quería que todos sus oyentes siguieran colocando dinero en el mercado financiero durante los vaivenes de la economía, porque, históricamente, al final daría importantes ganancias.

Corre hacia la cruz

Cada vez que se alerta sobre un maremoto en la costa norte de Maui, en Hawái, la gente que vive en la localidad de Hana sube corriendo por la ladera de una montaña, para refugiarse en un lugar elevado. Hace muchos años, unos misioneros colocaron cerca de allí una cruz alta de madera. Para protegerse físicamente, la gente corre al sitio donde está ubicada esa cruz.

Espacio compartido

Son millones las personas que manejan su negocio desde sus hogares, pero algunos han descubierto que trabajar sin compañía puede ser bastante desolador. Para darle una comunidad a esta gente solitaria, se han diseñado espacios de «compañeros de trabajo». Se alquilan grandes instalaciones donde las personas que trabajan solas pueden compartir el lugar con otras. Tienen su propio sector de trabajo, pero pueden intercambiar ideas con otros trabajadores independientes. Es para aquellos que piensan que pueden trabajar mejor estando con otros que a solas.

Buscar a los diez mejores

Un recurso bíblico en Internet, el sitio BibleGateway, observó los hábitos de búsqueda de sus más de 8 millones de visitantes mensuales y descubrió que Juan 3:16 fue el versículo más buscado durante el 2010.

Un muchacho común y corriente

Esteban era solo un muchacho común y corriente. Servía silenciosamente en una iglesia a la que yo asistía hace años. Ayudaba a preparar los elementos para la Cena del Señor, barría la nieve de las aceras de la iglesia en el invierno y cortaba el césped en el verano. Pasaba tiempo con los varones adolescentes que vivían solo son sus madres. Solía escucharlo cuando le contaba a la gente de la iglesia lo bueno que el Señor era con él. Durante la reunión de oración, no hablaba mucho de sí mismo, sino que nos pedía que oráramos por aquellos a quienes les hablaba del amor y del perdón de Jesús.

Porque Él es bueno

Joel y Laura decidieron mudarse del estado de Washington y regresar a su lugar de origen en Michigan. Para llevarse un último recuerdo especial, compraron café en su cafetería favorita y se detuvieron en su librería predilecta. Allí compraron dos adhesivos para poner en el parachoques del automóvil, que tenían la frase favorita de la ciudad de la que se despedían: «Nada como un día en Edmonds».