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Articles by Amy Boucher Pye

Cambios en la vida

Esteban creció en una zona difícil del este de Londres, y a los diez años ya había cometido un delito. Dijo: «Si todos venden drogas y cometen robos y fraudes, uno hace lo mismo. Es solo un estilo de vida». Pero cuando cumplió veinte, tuvo un sueño que lo cambió: «Escuché a Dios que me decía: “Irás a la cárcel por asesinato”». Ese vívido sueño le sirvió de advertencia, y se volvió a Dios y aceptó a Cristo como Salvador; y el Espíritu Santo transformó su vida.

Seguir avanzando para Dios

Los que se criaron en la aldea inglesa con Guillermo Carey (1761-1834) tal vez pensaron que no lograría mucho, pero hoy se lo conoce como el padre de las misiones. Hijo de tejedores, se convirtió en un maestro y zapatero poco exitoso, mientras aprendía solo griego, hebreo y latín. Años después, cumplió su sueño de ir como misionero a la India. Pero enfrentó dificultades: la muerte de su hijo, problemas de salud mental de su esposa, y durante años, falta de resultados en la obra.

Cómo encontrar paz

«¿Qué piensas sobre la paz?», me preguntó mi amiga mientras almorzábamos. «¿La paz? —dije sorprendida—. No estoy segura. ¿Por qué lo preguntas?». «Bueno, durante la reunión en la iglesia, vi que sacudías tu pie y me pregunté si te preocupaba algo. ¿Has pensado en la paz que Dios da a los que lo aman?».

Desatar la cuerda

Una organización cristiana fomenta la naturaleza sanadora del perdón. Presentan un sketch en el cual a una persona agraviada se la ata con una cuerda espalda con espalda al que la agravió. Solo ella puede desatar la cuerda. Sin perdón —sin desatar la cuerda—, no puede escapar del que está atado a su espalda.

«Dios me salvó la vida»

Cuando Adrián tenía 15 años, empezó a orar a Satanás; y decía: «Sentía que él y yo éramos compañeros». Entonces, comenzó a mentir, robar, y manipular a su familia y amigos. También tenía pesadillas: «Una mañana me levanté y vi al diablo al pie de mi cama. Me dijo que iba a aprobar mis exámenes y que luego moriría». Sin embargo, cuando terminó sus exámenes, no murió. Adrián reflexionó: «Me quedó claro que era un mentiroso».

En el valle

Hae Woo (no es su nombre verdadero) estuvo presa en un campo de concentración en Corea del Norte por cruzar la frontera hacia China. Ella relata que los días y las noches eran una tortura: con guardias brutales, trabajo agotador y poco dormir sobre un piso helado y lleno de ratas y piojos. Pero Dios la ayudaba cada día, permitiéndole hacerse amiga de otras prisioneras y compartir su fe con ellas.

Nubes que se interponen

En noviembre de 2016, apareció una rara superluna: el satélite estuvo ubicado en el lugar más cercano a la tierra en más de 60 años, y por eso, parecía más grande y brillante que de costumbre. Pero para mí, ese día, el cielo estaba cubierto de nubes grises. Aunque vi fotos de esta maravilla que me mostraron algunos amigos de otros lugares, mientras miraba hacia arriba, tuve que confiar en que la superluna estaba escondida detrás de esas nubes.

Recibir a los extranjeros

Cuando mis amigos vivieron en Moldavia, uno de los países más pobres de Europa, les sorprendió la cálida bienvenida que recibieron; en especial, de otros creyentes. Una vez, llevaron ropa y alimentos a una pareja muy pobre de la iglesia, pero que albergaban a varios niños. Allí los trataron como huéspedes de honor y les dieron de comer. Cuando se fueron, llevando frutas y vegetales de regalo, se maravillaron ante tanta hospitalidad.

Sacrificio vivo


Mi tía abuela tenía un trabajo apasionante en publicidad, y viajaba entre Chicago y Nueva York, pero por amor a sus padres, decidió dejar su carrera. Ellos vivían en otro estado, y necesitaban que alguien los cuidara. Sus dos hermanos habían muerto jóvenes en circunstancias trágicas, y ella era la única hija que les quedaba a mamá y papá. Para ella, servir a sus padres fue una forma de expresar su fe.


Hijo de Dios para siempre


En una reunión en la iglesia a la que asistí con mis padres, siguiendo la costumbre, nos tomamos de las manos mientras recitábamos juntos el Padrenuestro. Mientras estaba así, con mi madre a un lado y mi padre al otro, me impactó la idea de que siempre sería su hija. Aunque ya soy adulta, todavía me pueden llamar «la hija de Leo y Phyllis». Entonces, reflexioné que no solo soy hija de ellos, sino que siempre seré también hija de Dios.