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Articles by Amy Boucher Pye

La morada de Cristo

El predicador inglés F. B. Meyer usó el ejemplo de un huevo para ilustrar lo que llamaba «la profunda filosofía de la morada de Cristo». Señaló que la yema fecundada es un pequeño «germen de vida» que crece cada día, hasta que se forma el polluelo dentro de la cáscara. Asimismo, Jesús viene a vivir en nosotros por su Espíritu Santo, y nos transforma. Meyer dijo: «De ahora en más, Cristo va a crecer y aumentar, y absorber todo lo demás y ser formado en ti».

El poder de un nombre

A fin de ayudar a algunos niños que viven en las calles de Mumbai, India, Ranjit escribió una canción con sus nombres. Con una melodía única para cada nombre, les enseñó a cantarla, con la esperanza de alentarlos al recordar cómo se llamaban. Para los niños que no suelen oír que dicen sus nombres con amor, esto les hizo un regalo de respeto.

Adónde pertenezco

Al terminar una comida para celebrar la Pascua, los miembros de la iglesia expresaron su alegría danzando juntos en un círculo. Barry los observaba con una enorme sonrisa. Luego, comentó cuánto le gustaban esos momentos, diciendo: «Esta es mi familia ahora; mi comunidad. Encontré un lugar donde sé que puedo amar y ser amado… y al que pertenezco».

Gracia para las pruebas

Annie Johnson Flint quedó paralizada por una artritis pocos años después de la escuela secundaria. Nunca volvió a caminar y dependía de la ayuda de los demás. Gracias a sus poesías e himnos, recibió muchas visitas, incluida una diaconisa que se sentía desanimada con su ministerio. Más tarde, esta mujer le escribió, preguntándose por qué Dios permitía que Annie enfrentara cosas tan difíciles.

Sabiduría y entendimiento

En 1373, Juliana de Norwich, de 30 años, se enfermó y casi muere. Mientras su pastor oraba por ella, Juliana experimentó varias visiones de la crucifixión de Jesús. Después de recobrar milagrosamente la salud, pasó los siguientes 20 años viviendo sola en una habitación lateral de la iglesia, orando y pensando en aquella experiencia. Llegó a la conclusión de que el sacrificio de Cristo es la manifestación suprema del amor de Dios.

Dar generosamente

El general Charles Gordon sirvió a la reina Victoria en China y otras partes, pero cuando vivía en Inglaterra, donaba el 90% de sus ingresos. Cuando oyó sobre una hambruna en Lancashire, borró la inscripción de una medalla de oro puro que había recibido de un líder mundial y la envió allí, diciendo que la fundieran y usaran el dinero para comprar pan para los pobres. Ese día, escribió en su diario: «La última cosa que tenía en este mundo y que valoraba la he dado al Señor Jesús».

El regalo del arrepentimiento

«¡No! ¡Yo no lo hice!». A Julia se le hundía el corazón al oír a su hijo adolescente, porque sabía que mentía. Oró interiormente a Dios por ayuda, antes de volverle a preguntar a Simón qué había sucedido. Él seguía negando haber mentido, hasta que ella finalmente levantó las manos al cielo, exasperada. Tras decir que necesitaba una pausa, empezó a alejarse, cuando sintió una mano sobre su hombro y oyó una disculpa. El Espíritu Santo había convencido a Simón de su pecado, y se arrepintió.

Una postura humilde

«Mantén las manos en la espalda. Estarás bien». Este es el consejo amoroso que el esposo de Julia le da siempre antes de que ella vaya a hablarle a un grupo. Cuando se encontraba intentando impresionar a la gente o buscando controlar una situación, adoptaba esa postura porque la colocaba en un marco mental receptivo y enseñable. Lo empleaba para recordarse amar a los que estaban delante de ella, ser humilde y permitir que el Espíritu Santo obrara.

El Verbo y un nuevo año

Michellan enfrentaba desafíos mientras crecía en las Filipinas, pero siempre amó las palabras y encontraba consuelo en ellas. Un día, cuando asistía a la universidad, leyó el primer capítulo del Evangelio de Juan, y su «corazón de piedra se sacudió». Sintió como que alguien le decía: «Sí, tú amas las palabras, y adivina qué. Hay un Verbo eterno, Uno que […] puede disipar la oscuridad, ahora y siempre. Un Verbo que tomó forma de carne. Un Verbo que puede amarte».

El Príncipe de Paz

Cuando el resfriado de Juan se transformó en neumonía, terminó enviándolo al hospital. Al mismo tiempo, a su madre la estaban atendiendo por cáncer unos pisos más arriba, y se sentía abrumado por la preocupación. Entonces, en Nochebuena, en la radio sonó «Santa la noche», y Juan sintió que la paz de Dios lo inundaba. Escuchó cómo la canción anunciaba que era la noche en que nació el Salvador: «Una esperanza todo el mundo siente, la luz de un nuevo día sin igual». En ese momento, sus preocupaciones se desvanecieron.