Mantequilla untada
En el libro de J. R. R. Tolkien, La comunidad del anillo, Bilbo Bolsón comienza a mostrar los efectos de llevar durante seis décadas un anillo mágico con poderes oscuros. Abrumado por su naturaleza corrosiva, le dice al mago Gandalf: «Me siento frágil, disperso como mantequilla untada sobre demasiado pan». Decide dejar su casa en busca de descanso, algún lugar donde estar «en paz y tranquilo, sin un montón de parientes merodeando».
Reflexionar en el carácter de Dios
Tras un período de servicio difícil en Afganistán, Scott, un sargento del ejército británico, colapsó. Recordaba: «Estaba en un lugar oscuro». Pero cuando descubrió a Jesús y comenzó a seguirlo, su vida cambió radicalmente. Ahora procura hablarles a otros del amor de Cristo; en especial, a veteranos con quienes compite en las Juegos Invictus, un evento internacional para miembros y veteranos enfermos o heridos de las fuerzas armadas.
Búsqueda y rescate
Unos amigos salieron a navegar por el Canal de la Mancha, con la esperanza de que el pronóstico de tormentas cambiara. Pero el viento aumentó y el mar se picó, poniendo en peligro la embarcación. Entonces, pidieron ayuda por radio a la RNLI (Real Institución Nacional de Botes Salvavidas). Después de momentos tensos, vieron a lo lejos a sus rescatadores y supieron, aliviados, que pronto estarían a salvo. Agradecido, mi amigo reflexionó: «Aunque la gente ignore las reglas del mar, la RNLI igual viene al rescate».
Aferrarse a Dios
Cuando Joni Eareckson Tada habla de Rika, destaca la «profunda y probada fe en Dios de su amiga» y la perseverancia que ha desarrollado al vivir en un estado de debilidad crónica. Por más de 15 años, Rika ha estado postrada, sin siquiera la posibilidad de ver la luna desde la pequeña ventana de su habitación. Pero no ha perdido la esperanza; confía en Dios, lee y estudia la Biblia, y como Joni lo describe: «Ella sabe cómo permanecer firme durante las duras batallas contra el desánimo».
Servir a Jesús
A comienzos del siglo xix, Elizabeth Fry se horrorizó ante las condiciones en una cárcel de mujeres en Londres. Estas y sus hijos estaban hacinados, durmiendo en fríos pisos de piedra. Aunque no se les daban camas, un grifo desbordaba de ginebra. Durante años, visitó la cárcel e impulsó cambios proveyendo ropa, abriendo una escuela y enseñando la Biblia. Pero muchos consideraron que su mayor influencia fue su presencia amorosa y su claro mensaje de esperanza.
El humilde Jørn
Nadie creía que el agricultor Jørn sirviera de mucho. Sin embargo, a pesar de sus problemas de visión y otras limitaciones físicas, durante las numerosas noches que el dolor lo mantenía despierto, oraba fervientemente por sus vecinos en la aldea noruega. En oración, iba casa por casa, nombrando a cada persona; incluso a los niños que aún no conocía. A la gente le encantaba su espíritu afable, y buscaban su consejo y sabiduría. Si no podía ayudarlos de forma práctica, igualmente se sentían bendecidos cuando se iban, tras recibir su amor. Y cuando Jørn murió, su funeral fue el más grande de la comunidad, aunque no tenía familia allí. Sus oraciones dieron fruto más allá de lo que jamás imaginó.
Dar a conocer a Dios
Kathryn traduce la Biblia por amor a Dios y a las personas. Se regocija cuando las mujeres de la India entienden más profundamente las Escrituras al leerlas en su lengua nativa. Señala que, cuando lo hacen, «suelen empezar a festejar y aplaudir. Leen sobre Jesús y dicen: “¡Qué maravilloso!”».
Ojos para ver
Analía estaba preocupada por su parienta Sandra, que durante años había luchado con el alcoholismo y problemas de salud mental. Cuando fue a su apartamento, la puerta estaba cerrada y parecía no haber nadie. Mientras, junto con otros, planeaba su búsqueda, oró: «Dios, ayúdame a ver lo que no estoy viendo». Antes de salir del apartamento, vio que una cortina se movía, y en ese momento, supo que Sandra estaba viva. Aunque se requirió asistencia de emergencia, Analía se alegró de esa oración respondida.
Ojos para ver
Genevieve tenía que ser los «ojos» de sus tres hijos, todos con cataratas congénitas. Dondequiera que los llevaba, en su aldea de la República de Benín, en África Occidental, sujetaba a uno de su espalda y sostenía el brazo y la mano de los otros dos, previendo peligros. En una cultura que considera que la ceguera es provocada por la brujería, Genevieve, desesperada, clamó a Dios por ayuda.
¡Jesucristo ha resucitado hoy!
Antes de que Charles Simeon asistiera a la universidad en Cambridge, Inglaterra, le encantaban los caballos y la ropa, y gastaba sumas enormes en su atuendo todos los años. Pero como la universidad requería que asistiera regularmente a la reunión de la Cena del Señor, comenzó a explorar sus creencias. Después de leer libros escritos por creyentes en Jesús, experimentó una dramática conversión un Domingo de Pascua. Despertándose temprano el 4 de abril de 1779, exclamó: «¡Jesucristo ha resucitado hoy! ¡Aleluya! ¡Aleluya!». Su fe fue creciendo mientras se dedicaba al estudio de la Biblia, la oración y la asistencia a las reuniones en la capilla.