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¿Qué necesitamos saber acerca de Dios?

Dios nos ama y quiere que tengamos una relación personal con Él.


Dios nos ama, aunque nosotros no le hayamos amado.
«En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros…» (1 Juan 4:10).

Dios quiere que le conozcamos.
La Biblia dice que Dios actúa en la vida de todos. «Para que busquen a Dios, si de alguna manera, aun a tientas, palparan y le hallaran. Aunque, a la verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros» (Hechos 17:27). (Hechos 17:27).

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¿Cuál es nuestro problema?

Nuestra relación con Dios se ha roto por el pecado.



Todos hemos hecho elecciones que muestran que nos inclinamos a ser pasivamente indiferentes a Dios.

«Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino. Pero el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros» (Isaías 53:6).

O activamente opuestos a Dios.
«Y esta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que practica lo malo aborrece la luz y no viene a la luz para que sus obras no sean censuradas» (Juan 3:19-20).

El resultado de nuestras elecciones de resistir o ignorar a Dios produce la muerte espiritual (separación de Dios).
«… estaban muertos en sus delitos y pecados» (Efesios 2:1).
«… así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Romanos 5:12).

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¿Qué ha hecho Dios por nosotros?

Dios ha provisto una solución para nuestra relación perdida.


Jesucristo vino a hacer lo que no podíamos lograr por nosotros mismos.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).

Vino al mundo para llevarnos a su Padre.
«Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí» (Juan 14:6).

Murió en nuestro lugar para pagar el castigo por nuestro pecado.
«Porque Cristo también padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios; siendo a la verdad muerto en la carne pero vivificado en el espíritu» (1 Pedro 3:18).

Resucitó de entre los muertos para demostrar que sus afirmaciones eran ciertas.
«Porque en primer lugar les he enseñado lo que también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; que apareció a Pedro y después a los doce. Luego apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven todavía; y otros ya duermen»
(1 Corintios 15:3-6).

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¿Qué debemos hacer?

Cada uno de nosotros debe confiar personalmente en Jesucristo como su Señor y Salvador.


Cada uno de nosotros debe confiar personalmente en Jesucristo como su Señor y Salvador.
Nuestros propios esfuerzos para ganar la aceptación de Dios son inadecuados.
«Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino según su misericordia; por medio del lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo» (Tito 3:5). (Tito 3:5).

Debemos admitir nuestra necesidad de perdón.
«Porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios» (Romanos 3:23).
«Pero el publicano, de pie a cierta distancia, no quería ni alzar los ojos al cielo sino que se golpeaba el pecho diciendo: ‘Dios, sé propicio a mí, que soy pecador’» (Lucas 18:13).

Debemos recibir a Cristo y su oferta de salvación como un don.
«Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1:12).
«Porque por gracia son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9).

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¿Por dónde empezamos?

Hoy puede empezar tu relación personal con Dios.


Puedes comenzar tu relación personal con Dios poniendo tu fe en Jesucristo como tu Salvador y Señor. Quizá te resulte útil expresar tu nueva fe con palabras similares a estas:

Querido Dios, sé que mi pecado me ha separado de ti. Gracias por enviar a tu Hijo a morir en mi lugar. Ahora confío en Jesús para que perdone mis pecados. Lo invito a entrar en mi vida como mi Salvador y Señor. Gracias por recibirme en tu vida eterna. En el nombre de Jesús, amén.

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¿Y ahora qué?

Tu confianza en Jesucristo da comienzo a una relación personal eterna con Dios.


El compromiso de Dios contigo:
«Estas cosas les he escrito a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios para que sepan que tienen vida eterna» (1 Juan 5:13).

Dios promete no abandonarte nunca.
«… Nunca te abandonaré ni jamás te desampararé» (Hebreos 13:5).

Dios ha perdonado todos tus pecados, pasados, presentes y futuros.
«Mientras ustedes estaban muertos en los delitos y en la incircuncisión de su carne, Dios les dio vida juntamente con él, perdonándonos todos los delitos. Él anuló el acta que había contra nosotros, que por sus decretos nos era contraria, y la ha quitado de en medio al clavarla en su cruz» (Colosenses 2:13-14).

Dios te ha dado su Espíritu para que puedas vivir de una manera que le agrade.
«Ahora que vivimos en el Espíritu, andemos en el Espíritu» (Gálatas 5:25).

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