Escrito por Lisa M. Samra

Juan 19:28 dice: «[Jesus] dijo, “—Tengo sed..”»

Una familia abrió la puerta con entusiasmo a un equipo de voluntarios que habían viajado a su pueblo en una región rural de México para instalar un sencillo sistema de filtrado de agua en el hogar. El equipo les demostró cómo el filtro les proporciona agua potable para saciar su sed y también les habló del “agua viva” que satisfaría su necesidad más profunda: la paz con Dios.

Los miembros del equipo siguieron el ejemplo de Cristo de explicar una realidad espiritual relacionándola con la necesidad de una persona de satisfacer su sed física. Cansado por el viaje, Jesús se sentó junto a un pozo. Después de pedirle agua a una mujer, se refirió a su necesidad más profunda: “El que beba de esta agua, pronto volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás” (Juan 4:13-14). Jesús le ofreció a su alma un refrigerio a través de una relación con Dios.

Para ofrecer esta agua viva a todas las personas, Cristo tuvo que pasar por la angustia de la sed nuevamente. Mientras colgaba de la cruz, exclamó: “Tengo sed” (Juan 19:28), señal de que su vida se estaba agotando. Sufrió voluntariamente, soportando el dolor de la sed física, sabiendo que Dios lo resucitaría. Al igual que la mujer junto al pozo, podemos tener acceso al agua viva para nuestras almas sedientas mediante la fe en Jesús.

El equipo de voluntarios celebró cuando la familia disfrutó de agua limpia y se regocijó cuando también aceptaron el regalo del agua viva que ofrece Cristo. Es un regalo disponible para cualquier persona cuya alma tenga sed.