Perdiste la oportunidad
Hoy escuché las palabras más tristes. Dos creyentes en Cristo discutían sobre un tema. El mayor parecía engreído mientras esgrimía las Escrituras como un arma, atacando los errores que veía en la vida del otro. El más joven parecía cansado del sermón, hastiado de aquella persona y desanimado.
¡Todos bien y a salvo!
En enero de 1915, la nave Endurance quedó atrapada en el hielo de la Antártida. El grupo de exploradores, liderados por Ernest Shackleton, sobrevivió y pudo llegar en pequeños botes salvavidas hasta la Isla Elefante. Solo les quedaba una esperanza tras estar retenidos en esa isla inhabitada, lejos del trayecto habitual de las naves. El 24 de abril de 1916, veintidós hombres observaban mientras su líder y cinco camaradas zarparon en un pequeño bote hacia una isla a unos 1.300 kilómetros de distancia. Aunque las posibilidades de sobrevivir eran mínimas, desbordaron de alegría cuando, cuatro meses después, apareció un bote en el horizonte y Shackleton exclamó: «¿Están todos bien?». Ellos respondieron: «¡Todos bien y a salvo!».
Una nueva creación
Al principio de mi vida laboral, tuve un compañero al que parecía encantarle usar el nombre de Dios cuando insultaba. Se burlaba descaradamente de los creyentes que eran nuevos en su fe o que trataban de hablarle de Jesús. El día que me mudé para trabajar en otra ciudad, recuerdo que pensé que ese hombre nunca aceptaría a Cristo como Salvador.
He venido a ayudar
La vívida descripción del periodista Jacob Riis de la pobreza en la ciudad de Nueva York en el siglo xix horrorizó a un público generalmente complaciente. En su libro, combinaba el texto con fotografías, a fin de que el cuadro fuera tan real que el público tomara conciencia de la angustiante existencia de la pobreza. Por ser el tercero de quince hermanos, pudo escribir con tanto realismo porque había vivido en ese mundo de terrible pobreza.
No te calles
Cuando escucho historias de jóvenes que han sido acosados socialmente, noto que hay, al menos, dos niveles de daño. El primero y más evidente surge de la naturaleza malintencionada de quienes los acosan. Esto es esencialmente terrible. Pero hay otra herida más profunda que puede terminar siendo más dañina que la primera: el silencio de los demás.
No digamos adiós
Francis Allen me guió a Cristo, y ahora estaba llegando el momento en que él vería al Señor cara a cara. Yo estaba en su casa y se acercaba la hora del adiós. Mi idea era decir algo memorable y significativo.
¡Empieza aquí!
El 6 de junio de 1944, tres oficiales norteamericanos reunidos en una playa de Normandía, en Francia, se dieron cuenta de que la marea los había arrastrado al lugar equivocado y tomaron una decisión improvisada: «Empezaremos la batalla desde aquí». Tuvieron que avanzar desde un punto de partida complicado.
Escuchar con amor
Una noche, un misionero joven habló en nuestra pequeña iglesia. El país donde él y su esposa servían atravesaba una gran agitación religiosa, y se lo consideraba demasiado peligroso para los niños. En uno de sus relatos, contó sobre un episodio desgarrador cuando su hija le pidió que no la dejara en un internado.
Dar todo
Durante su único discurso inaugural como presidente de los Estados Unidos de América, John F. Kennedy desafió así a su pueblo: «No pregunten qué puede hacer su país por ustedes, sino qué pueden hacer ustedes por su país». Fue un llamado renovado a los ciudadanos a dedicar sus vidas para servir a los demás y sacrificarse por ellos. Sus palabras inspiraron de manera especial a los hijos de aquellos hombres y mujeres que habían servido a su país en las guerras.
Este es mi lugar
Miles de hebras de tiempo, sucesos y personas se entretejen en el tapiz que llamamos lugar. Más que una casa, «lugar» es donde se juntan el significado, la pertenencia y la seguridad, cobijados bajo nuestros mejores esfuerzos de amor incondicional. Un lugar que nos evoca recuerdos profundamente guardados en el alma. Incluso si nuestro lugar no es perfecto, sentimos una poderosa y magnética atracción a permanecer allí.