El secreto no secreto
Un compañero de trabajo me confesó que no se creía «calificado para Jesús». Lo escuché mientras describía su vida «cómoda y narcisista», y que eso no lo satisfacía. Luego, agregó: «Pero este es mi problema. Trato de ser bueno y de interesarme en los demás, pero eso tampoco funciona. Parece que lo que quiero hacer, no puedo hacerlo, y lo que quiero dejar de hacer, sigo haciéndolo».
Esperanza confiada
El Dr. William Wallace servía como misionero y cirujano en Wuzhou, en China, en la década de 1940, cuando Japón atacó ese país. En ese momento, Wallace estaba a cargo del Hospital Stout Memorial, y ordenó que se cargara todo su equipamiento en barcazas para que el hospital siguiera funcionando mientras flotaba por los ríos, para evitar los ataques de la infantería.
Encontrar el camino a casa
A veces, este viaje por la vida puede ser tan difícil que nos sentimos abrumados, como si la oscuridad no tuviera fin. Durante una experiencia familiar así, una mañana, mi esposa aprendió una nueva lección en su tiempo devocional: «Creo que Dios quiere que no nos olvidemos en la luz lo que estamos aprendiendo en la oscuridad».
Servicio abnegado
Un pequeño grupo de personas se juntó, empequeñecido ante el tamaño del árbol tendido en el suelo. Una anciana, apoyada en su bastón, describió cómo, la noche anterior, una tormenta había hecho caer su antiguo y majestuoso olmo. Y agregó, con su voz quebrada de emoción: «También destruyó nuestro hermoso muro de piedra. Mi esposo lo construyó cuando nos casamos. Le encantaba ese muro. ¡Yo amaba ese muro! Ahora, ya no está… y él tampoco».
Cada momento cuenta
Cuando conocí a Ada, ella había sobrevivido a todos sus amigos y familiares, y vivía en un hogar de ancianos. «Es la parte más difícil de envejecer —me dijo—; ver que todos los demás siguen adelante y te dejan atrás». Un día, le pregunté a Ada qué le interesaba y cómo pasaba su tiempo. Me respondió con un pasaje de la Escritura, del apóstol Pablo (Filipenses 1:21): «para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia». Después, dijo: «Mientras estoy aquí, tengo trabajo para hacer. En mis días buenos, puedo hablar con la gente de aquí sobre Jesús; en mis días malos, puedo orar».
Sabiduría accidental
Hace unos años, una mujer me contó sobre una ocasión en que había encontrado a su hijo adolescente mirando las noticias sobre un hecho violento. Instintivamente, tomó el control remoto y cambió de canal. «No necesitas ver esas cosas», le dijo un poco enojada. Después de una discusión, le dijo que necesitaba llenar su mente con «todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo» (Filipenses 4:8). Después de cenar, ella y su esposo estaban mirando el noticiero cuando, de repente, su hijita de cinco años entró corriendo y apagó el televisor. «No necesitan ver esas cosas —dijo con su mejor voz de “mamá”—. ¡Piensen en esas cosas de la Biblia!».
Gracia inesperada
Fue un sábado por la mañana temprano, cuando era jovencito. Estaba ansioso por llegar a mi trabajo en un local de juego de bolos. La noche anterior, el encargado de la limpieza había avisado que estaba enfermo; entonces, me quedé a limpiar los pisos. No le dije nada al jefe, ya que quería sorprenderlo. Y pensé: No va a pasar nada.
La mano de consuelo
Las notas de la enfermera decían: «Paciente agresivo».
El día que no pude orar
En noviembre de 2015, me enteré de que tenían que operarme del corazón. Sorprendido y un poco sacudido, pensé en la posibilidad de morir. ¿Tendría que resolver cuestiones financieras o con conocidos y amigos? ¿Podría terminar trabajos antes de tiempo? Y si había cosas que no podían esperar, ¿a quién se las encargaría? Era el momento de actuar y orar.
¿Dónde está Wally?
Wally es la estrella de ¿Dónde está Wally?, una conocida serie de libros infantiles. Wally se esconde en escenas abarrotadas, invitando a los niños a que lo encuentren. Padres de todo el mundo disfrutan al ver la alegría de sus hijos cuando encuentran a Wally.