A la mesa del Rey
«Va a vivir —dijo el veterinario—, pero hay que amputarle la pierna». Al perro callejero que llevó mi amiga lo había atropellado un auto. El veterinario le preguntó si era la dueña, porque el precio de la cirugía sería elevado y el animal necesitaría cuidados para recuperarse. «Ahora lo soy», contestó. Su bondad le dio a ese perro un futuro en un hogar amoroso.