Month: Septiembre 2020

Arraigados en amor

«¡Eso es todo!», dijo Marga. Había cortado un gajo de su geranio, sumergió el extremo en miel y lo colocó en un recipiente con abono. Me estaba enseñando a reproducir geranios; convertir una planta saludable en muchas, de modo que tuviera flores para compartir con los demás. Dijo que la miel era para ayudar a la planta joven a echar mejor sus raíces.

Ojos para ver

Hace poco, descubrí la maravilla del arte anamórfico. Aunque al principio parece una mezcla de partes incoherentes, una escultura anamórfica solo tiene sentido si se la observa desde el ángulo correcto. Una serie de varas verticales se combinan para revelar el rostro de un famoso líder; una masa de cables bosquejan un elefante; cientos de motas negras suspendidas con un alambre se convierten en el ojo de una mujer. La clave de este arte es observar desde distintos ángulos hasta que se revela su significado.

Nunca es suficiente

Frank Borman comandó la primera misión espacial alrededor de la luna. No lo impresionó. El viaje duró cuatro días. Frank tuvo mareos y vomitó. Dijo que flotar en el aire fue genial… por 30 segundos. Pero después se acostumbró. Al acercarse a la luna, vio que era monótona, cubierta de cráteres. La tripulación tomó fotos de ese desierto gris, y luego se aburrieron.

Descarriarse

Al haber vivido cerca de estancias ganaderas, el humorista Michael Yaconelli observó que las vacas tendían a descarriarse mientras pastaban. Una vaca avanzaba, siempre en busca de los fabulosos «pastos más verdes». Cerca del límite de la propiedad, tal vez descubría un poco de hierba fresca bajo un árbol. Justo del otro lado de una parte rota de la cerca había un sabroso puñado de hojas. Entonces, la vaca atravesaba la cerca y salía al camino. Lentamente, iba «mordisqueando» su camino a perderse.

Cumplir las promesas

La seriedad de las promesas a Sonia hicieron que Jonatán titubeara mientras repetía los votos matrimoniales. Pensó: ¿Cómo puedo prometer esto y pensar que es imposible cumplirlo? La ceremonia terminó, pero el peso de su compromiso continuó. Después de la recepción, Jonatán llevó a su esposa a la capilla, donde oró durante más de dos horas para que Dios lo ayudara a cumplir su promesa de amar y cuidar a Sonia.

Candados de amor

Quedé pasmada ante los cientos de miles de candados enganchados en el Puente de las Artes, en París; muchos con las iniciales de parejas enamoradas. Este puente pedestre que atraviesa el río Sena se inundó de estos símbolos de amor; declaraciones de un compromiso «para siempre». En 2014, se estimó que pesaban unas cincuenta toneladas, lo que provocó que el puente colapsara y tuvieran que quitarlos.

Nunca demasiado pecador

«Si tocara una Biblia, se prendería fuego en mis manos», dijo mi profesora de inglés de la universidad. Me sentí descorazonada. La novela que habíamos estado leyendo esa mañana mencionaba un versículo bíblico, y cuando saqué mi Biblia para buscarlo, ella vio y comentó eso. Al parecer, pensaba que era demasiado pecadora para ser perdonada. Aun así, no fui lo suficientemente valiente como para hablarle del amor de Dios y de que la Biblia nos dice que siempre podemos buscar su perdón.

Recuerdos cementados por Dios

Cuando mi hijo adulto enfrentó una situación difícil, le recordé sobre el cuidado y la provisión constantes de Dios mientras su padre estuvo sin empleo. Mencioné la fortaleza y la paz que el Señor dio a nuestra familia cuando mi madre peleó y perdió su lucha contra la leucemia. Señalé algunas historias de la fidelidad de Dios en la Biblia, y resalté que Él siempre cumplía su palabra. Lo guié por el sendero de recuerdos cementados por Dios que demostraban que, tanto en las luchas como en las celebraciones, la presencia, el amor y la gracia de Dios bastan.

Un desvío riesgoso

Qué pérdida de tiempo, pensó Julia. Su agente de seguros insistía en volver a reunirse. Sabía que sería otro aburrido lanzamiento de ventas, pero decidió aprovecharlo al máximo, buscando una oportunidad de hablar de su fe.

Hacer las paces con la aflicción

Estábamos llegando a casa cuando lo vi: la aguja de la temperatura del auto subía rápidamente. Cuando nos detuvimos, apagué el motor y bajé. Salía humo del capó y el motor hervía. Moví el auto unos centímetros y encontré un charco abajo: aceite. De inmediato supe lo que había pasado: la junta de culata había estallado.