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Articles by Bill Crowder

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En 1701, la Iglesia Anglicana fundó la Sociedad para la Propagación del Evangelio, a fin de enviar misioneros a todo el mundo. El lema que escogieron fue transiens adiuva nos, una frase en latín que significa: «¡Pasen y ayúdennos!». Este ha sido el llamamiento a los embajadores del evangelio desde el primer siglo, cuando los seguidores de Jesús llevan el mensaje del amor y el perdón de Dios a un mundo que lo necesita desesperadamente.

Los sabios propósitos de Dios

El Reino Unido rebosa de historia. Dondequiera que uno va, hay placas que honran a figuras históricas y sitios que conmemoran eventos importantes. Pero uno de esos carteles da muestra del gracioso sentido del humor británico: una placa desgastada en una posada en Sandwich, Inglaterra, dice: «En este lugar, el 5 de septiembre de 1782, no pasó nada».

Escoger seguir a Dios

«La persona promedio tomará 773.618 decisiones durante su vida», afirma el Daily Mirror. El periódico británico continúa asegurando que «lamentaremos haber tomado 143.262 de ellas». No tengo idea de cómo llegaron a estos números, pero está claro que enfrentamos incontables decisiones a lo largo de nuestra vida. La mayor cantidad de ellas podría volverse paralizante; en especial, cuando consideramos que todas tienen consecuencias, algunas mucho más trascendentales que otras.

La promesa del nacimiento de Cristo

En noviembre de 1962, el físico John W. Mauchly dijo: «No hay razón para suponer que un niño no pueda dominar una computadora personal». Su predicción parecía sorprendente entonces, pero probó ser asombrosamente acertada. Hoy, usar una computadora o un dispositivo móvil es una de las habilidades más tempranas que un niño adquiere.

Digno de toda alabanza

Muchos consideran que Ferrante y Teicher son el mejor dúo de piano de todos los tiempos. Sus presentaciones juntos eran tan precisas que su estilo se describía como cuatro manos pero una sola mente. Al oír su música, uno puede comenzar a captar la cantidad de esfuerzo requerido para su arte.

Preparados para irnos

Durante la pandemia de coronavirus, muchos perdieron a seres queridos. El 27 de noviembre de 2020, nuestra familia se unió a ese grupo cuando Bee Crowder, mi mamá de 95 años, murió; aunque no de COVID-19. Como tantas otras familias, no pudimos reunirnos para despedirla, honrar su vida o alentarnos unos a otros. Pero encontramos gran consuelo en su insistencia en que, si Dios la llamaba al cielo, estaba preparada y ansiosa de ir. Esta esperanza segura fue su manera de enfrentar la muerte.

Razón para temer

Cuando era pequeño, el patio de la escuela era donde los acosadores ejercían su mayor poder, y chicos como yo recibíamos esas burlas casi sin protestar. Acobardados por el temor ante nuestros atormentadores, había algo aún peor; sus provocaciones de: «¿Estás asustado? Me tienes miedo, ¿no? Aquí no hay nadie que te proteja».

¿Quién soy?

Robert T. Lincoln vivió bajo la enorme sombra de su padre, el amado presidente norteamericano Abraham Lincoln. Mucho después de la muerte de su padre, su identidad quedó oculta bajo la presencia abrumadora de su progenitor. Nicholas M. Butler, amigo íntimo de Lincoln, escribió que Robert solía decir: «Nadie me quería a mí para secretario de guerra; querían al hijo de Abraham Lincoln. Nadie me quería para ministro en Inglaterra; querían al hijo de Abraham Lincoln. Nadie me quería para presidente de la compañía Pullman; querían al hijo de Abraham Lincoln».

Silencio, por favor

Green Bank, en Virginia Occidental, es una pequeña comunidad en los escarpados montes Apalaches. El pueblo se asemeja a decenas de pequeñas poblaciones de la zona… pero con una importante excepción: ninguno de los 142 residentes tiene acceso a internet. La razón es evitar que las señales de las torres de wifi o de telefonía celular interfieran con el Observatorio Green Bank, cuyo telescopio está constantemente enfocado hacia el cielo. Como resultado, ese pueblo es uno de los lugares tecnológicamente más silenciosos de Norteamérica.

Recordar el sacrificio

Luego de la reunión de adoración el domingo por la mañana, mi anfitrión moscovita me llevó a almorzar a un restaurante fuera del Kremlin. Al llegar, observamos una fila de parejas recién casadas, en ropa de boda, que se acercaban a la Tumba del soldado desconocido. La felicidad de su día incluía recordar los sacrificios de otros para ayudar a que ese día fuera posible. Fue conmovedor verlos tomar fotos junto al monumento y depositar flores de la boda en su base.